El Dicasterio de Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede ha confirmado un nuevo reconocimiento que marca un gran acontecimiento en la historia religiosa argentina: Santa María Antonia de Paz y Figueroa, más conocida como Mama Antula, ha sido declarada patrona argentina de las Misiones. La noticia, oficializada a través de una carta enviada al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, llega como un homenaje a su incansable labor de evangelización en tierras argentinas.
El nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, comunicó este reconocimiento el pasado 5 de noviembre. La misiva, firmada por el secretario del Dicasterio de Culto Divino, se celebra también en Obras Misionales Pontificias (OMP), que destacó el fervor con el que Mama Antula dedicó su vida a la transmisión del Evangelio, una inspiración para la misión de la Iglesia.
“Su vida de entrega y su incansable amor por llevar el Evangelio a todos son inspiración para nuestra misión. Que ella nos guíe y fortalezca en el camino de anunciar a Cristo con pasión y fe”, expresaron desde OMP, reconociendo el impacto de su obra.
Un llamado de Dios en tiempos de cambio
María Antonia de Paz y Figueroa nació en Villa Silípica, en la actual provincia de Santiago del Estero, en 1730, en una familia acomodada que le brindó una educación acorde con su estatus. Sin embargo, su vida daría un giro radical a los 15 años, cuando decidió abandonar su hogar para unirse a la Compañía de Jesús, tomando el hábito y dedicándose al apostolado, un paso que la llevaría a convertirse en la figura que hoy es venerada como Mama Antula.
Comprometida con la evangelización, Mama Antula no solo llevó el mensaje cristiano a los pueblos originarios santiagueños, sino que también se dedicó a su educación, enseñándoles a leer, escribir y perfeccionar técnicas de ganadería y agricultura. Su amor por los pueblos más desprotegidos también la llevó a defender los derechos de las personas afroamericanas, sometidas a la esclavitud, y a luchar por la dignidad de otras etnias marginadas.
La peregrinación de una vida
En 1767, la expulsión de los jesuitas de América no frenó la vocación misionera de Mama Antula, quien decidió continuar con la obra evangelizadora que había aprendido. Comenzó a organizar ejercicios espirituales, primero en su provincia natal y luego en distintas regiones del noroeste argentino, donde recorría pueblos y ciudades a pie, descalza y viviendo de la caridad ajena.
Su peregrinaje la llevó por las actuales provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Córdoba, hasta llegar a Buenos Aires en 1779. En cada lugar, Mama Antula organizaba los ejercicios espirituales que tanto promovían los jesuitas, llevando el mensaje cristiano con una vida austera y sencilla.
El legado perdurable de Mama Antula
El paso de Mama Antula por Buenos Aires permitió que se establecieran espacios para la realización de los ejercicios espirituales sin temor a la represión. A lo largo de su vida, logró la construcción de la Casa de Ejercicios Espirituales, que aún hoy perdura en la avenida Independencia.
Falleció el 7 de marzo de 1799 en la Casa que fundó, a los 69 años de edad, y sus restos fueron depositados en la basílica de Nuestra Señora de la Piedad, de la ciudad de Buenos Aires, como última morada de una mujer que recorrió los caminos de Argentina llevando el Evangelio y defendiendo a los más desprotegidos.
Hoy, más de dos siglos después, el reconocimiento a Mama Antula como patrona de las Misiones no solo es un homenaje a su vida entregada a la fe, sino también un recordatorio de su legado misionero y su lucha por la justicia social. Su figura sigue inspirando a generaciones de argentinos a seguir su ejemplo de fe y compromiso con los demás.